Asturias, de Moya




El término municipal de Moya, resto del alfoz medieval de la vieja villa muerta, presentaba una alta dispersión de población en aldeas, masegares y rentos. En esto se parecía a otras poblaciones de su antigua tierra y luego marquesado, como Zafrilla, Salvacañete o Santa Cruz de Moya; y se diferenciaba del resto de la Serranía de Cuenca, donde el poblamiento tendía a ser concentrado y la aldea -aunque presente- no constituía un porcentaje de población significativo con respecto al núcleo principal del término.

Ninguna población de la provincia de Cuenca ejemplifica el desastre demográfico contemporáneo como Moya: la antigua cabeza de tierra completamente despoblada (salvo un mínimo de ocupación en el Arrabal) y tres entidades menores apenas habitadas por un corto centenar de personas: Santo Domingo, Los Huertos y Pedro Izquierdo. En la mitad oriental de su término hay tres lugarejos yermos: Benarruel (precioso gentilicio árabe), Barrachina (de la que ya hablamos no hace tanto aquí) y Asturias. Hoy toca referirnos a este último.

Rento, Caserío o Masadas de Asturias, que de las tres formas aparece citado. Es fácil deducir de dónde provenían los pobladores originales del mínimo lugar, aunque faltaría aclarar si vinieron de las Asturias de Oviedo, o de las Asturias de Santillana, que antaño eran cosa distinta. Verde dejaron atrás y a verde llegaron, porque Asturias de Moya es un pequeño oasis en el rigor de la paramera, del "suelo yermo, estéril y pedregoso" que describía el naturalista Cavanilles cuando pasó por aquí en el siglo XVIII. "Una hoyada hermosa" dijo el empedernido ilustrado y viajero cuando recaló brevemente por el lugar, siguiendo el Camino del Valle en ruta hacia el Rincón de Ademuz. 

Y es que Asturias tiene agua. No mucha, pero constante. Con un magnífico sistema de irrigación el fondo del valle se convirtió en un pequeño vergel capaz de sustentar a varias familias de colonos. Y no solo mantener, porque el lugar llegó a tener prosperidad, a tenor de la calidad de alguna de las edificaciones que se conservan. Luego, en la segunda mitad del siglo XX, llegó el abandono, que fue rápido. Todavía algún vecino de Moya o Santa Cruz mantiene en cultivo parte de los bancales, y en verano el lugar está bastante concurrido. A pesar de la decadencia, todavía es un sitio agradable, con el rumor de agua corriendo aquí y allá. Otro pequeño rincón de las inagotables sierras de Cuenca.



Barranco de Asturias, aguas abajo. El vallejo poco a poco se encajona, camino del Turia. Antes, pasará junto a la ermita del Espíritu Santo y Santa Cruz de Moya. Por la ribera izquierda discurre el antiguo Camino del Valle, itinerario histórico muy frecuentado entre Santa Cruz y Ademuz, evitando el foso del Turia y el paso de Barrachina.


Agua. No son muy copiosos los manantiales que dan origen al arroyo de Valdentrán (o de Asturias), pero sí que fueron aprovechados por un estupendo sistema de arcas y acequias, probablemente de origen islámico, como casi siempre en el área del Alto Turia. 


La Casa Grande. Un estupendo edificio del siglo XVIII, construido con unos recursos que no parecen correponder a humildes renteros. Por la disposición interior se concibió para albergar a dos familias, lo que de nuevo apunta a una intervención concejil o señorial para repoblar el lugar.


Casa Grande. Esquinera.


Casa Grande. Portales de la fachada principal.


Jamba de puerta.


Dovelas de los arcos planos de las puertas, desmoronados.


Interior de la Casa Grande.


Casas de renteros. El resto del escaso número de viviendas son claramente de filiación popular, según los patrones de la arquitectura popular del Rincón de Ademuz.



























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