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Altomira, en la región de las nubes.

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"...Es tan alto aquel sitio que muchas vezes ve las nuves debajo de sí, y tan conbatido de vientos furiosos que suelen arrancar peñascos, i tan cubierto de nieves el Invierno que puede competir con el Libano, i tan distante de poblado, que el mas cercano estava una legua".  Así describía fray Francisco de Santa María, cronista de la orden carmelita, la cumbre de la Sierra de Altomira, el año 1644. Hace unos días, con las últimas luces de una corta tarde decembrina, subí a lo alto de la Sierra de Altomira, mirador excepcional sobre las Alcarrias de Cuenca y Guadalajara. Pese a lo apartada que está, se llega allí relativamente deprisa, y la pista de tierra que arranca del Puerto está en buen estado. Altomira tiene alturas modestas comparada con cualquier dorsal de la Serranía de Cuenca. Las máximas cumbres, Altomira y Atalaya, suman respectivamente 1183 y 1172 metros. Pero es que la Sierra de Altomira eleva sus contrafuertes casi cuatrocientos metros por encima del ma...


El Desierto de Bolarque

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Decían que tal era su aislamiento que las tropas napoleónicas, que intentaron saquearlo en varias ocasiones, jamás lo encontraron. Decían que extrañas nieblas que se alzaban de los ríos desorientaban al invasor a cada intento. También espantosas tormentas, que se formaban como por ensalmo sobre aquellas cumbres. Decían que el rey Felipe III, cuando visitó el lugar, quedó horrorizado por las escarpaduras y fragosidades que creaban Tajo y Guadiela en su confluencia, en el lugar  que con justicia llamaban La Olla, pues aquello no era junta de afluente y caudal, sino violento encontronazo de dos iguales, topando testuz contra testuz entre crestas y aristas pavorosas. Decían que el lugar estaba infestado de alacranes, sierpes y alimañas, pero que en dos siglos y medio de existencia jamás fue importunado ni uno de aquellos frailes enloquecidos de fe. Decían que en el estrecho pedazo de cielo que el abismo permitía atisbar, de tarde en tarde se veían fulgores y extraños prodigios,...