La Cueva Santa del Cabriel




En la Serranía de Cuenca existen tres santuarios marianos vinculados a cavidades subterráneas: la Virgen de Tejeda (de la que ya hemos hablado), la Virgen de Altarejos y la Cueva Santa del Cabriel, también conocida como Cueva Santa de Mira o Cueva Santa de Fuencaliente, por la antigua aldea a la orilla del río hoy sumergida por el pantano de Contreras. De las tres, la Cueva Santa es la única que ha conservado su original esencia de santuario subterráneo, sin ninguna construcción que lo desfigure o civilice.

Sobre el valle cerrado del Cabriel, abierta a poca altura en la pared de un farallón orientado a poniente, la boca es un largo y estrecho corredor ampliado a pico. Por él se accede a una amplia y alta sala, aproximadamente circular, de unos 20 metros de diámetro. De ella parten varias cortas galerías y gateras que generan otro par de pequeñas salas secundarias, de baja altura. La cavidad, que conserva actividad hidráulica residual, está muy concrecionada y tuvo que ser realmente hermosa. Hoy deja ver el resultado de milenios de utilización humana: ennegrecimiento, espeleotemas partidos (era tradición en los pueblos de alrededor colocarlos en las casas como talismanes contra enfermedades y caídas de rayos), suelo removido y destrozos provocados por búsquedas de tesoros (que en los años 70 incluso llegaron a utilizar explosivos para abrir imaginarias cámaras ocultas, rompiendo formaciones enteras). Aun así conserva una belleza decadente, que se combina con el tremendo peso de la presencia humana.

Porque la Cueva Santa fue acaso lugar de enterramiento en el Calcolítico y el primer Bronce para más tarde convertirse en santuario de adoración a la Madre primordial, con ritos de fertilidad y de paso a la edad adulta; quizás fue después lugar de culto a la Diana de los Bosques romana y luego aprisco de pastores bereberes durante siglos. Tras la conquista castellana del territorio se reactivaron los cultos, ahora a una Virgen María cavernaria, con romerías de primavera a las que acudían todos los pueblos de alrededor, cada uno en su fecha. Los exvotos medievales, algunos de loza de Paterna o Manises, se colocaron junto a decenas de cerámicas caliciformes de la Edad del Hierro que aún seguían allí, ofrendas de otras gentes a otras formas de la Divinidad quince siglos antes. En el siglo XVIII se rendía culto también a San Marcos, con santero, casa para albergue de romeros y tañido de campana.

Después las romerías decayeron. Un pueblo primero, otro después, dejaron de acudir a la cita de mayo. A partir de los años 60 el riquísimo acervo arqueológico de la cueva fue saqueado sin contemplaciones (el Museo Arqueológico de Cuenca guarda algunas piezas extraídas de allí, y hay otras muchas en colecciones privadas). Las prospecciones arqueológicas, ya tardías, sólo recuperaron material escaso y muy roto en una de las salas secundarias. Cuando la aldea de Fuencaliente fue anegada, los últimos vecinos se llevaron la imagen mariana en su diáspora. Hoy sólo los vecinos de Fuenterrobles, erre que erre, continúan con la peregrinación anual.

El lugar es de los más alejados y aislados que puede tener la provincia de Cuenca, vaya que sí, pero merece el esfuerzo. Pese a ser término de Mira se accede desde la carretera de Villalgordo del Cabriel a Camporrobles (km. 10,5) donde se toma una buena pista que lleva a la aldea abandonada de Casas del Alahud (o del Alabú), a 4.5 kilómetros. A partir de ahí es necesario recorrer 3.8 kilómetros más de caminos algo peores, con varias bifurcaciones, hasta llegar a una curva de herradura amplia, ya sobre el pantano. Bajo ella está la Cueva, que tiene una senda de descenso evidente. La coordenada es 39º36'16.02'' y 1º30'15.80''. Con todoterreno se accede al lugar sin problemas, e incluso con un turismo al que su dueño tenga poco apego. Para el resto, y tras pasar las Casas del Alabú, habrá que dejar el coche antes o después y caminar. No olvidar mapa y/o GPS, y precaución con los extravíos en este monte. La Cueva es ancha y cómoda, sin ninguna dificultad, adaptada a las visitas. Sólo es necesario hacer gatera si se quiere entrar a alguna de las salas laterales. Con todo, si no se dispone de equipo de espeleo se recomienda al menos un casco de contingencia y un par de linternas potentes. Sobra decir que la cavidad ya ha tenido bastante, así que respetad este ancestral y santo lugar, viajeros. Pero sabed a cambio que una legua en torno estaréis en la Tierra Santa, bajo la protección de la Potencia que reside en la Cueva. Dentro de ese anillo de influencia telúrica (y celestial) es cosa sabida que nada malo os podrá ocurrir. 



Entrada a la Cueva Santa.


Apenas un angosto acceso, poco a poco ampliado a lo largo de los siglos.




Cueva Santa. Sala principal. 


Altar de la Virgen. 


Cueva Santa. Formaciones en la sala principal. Se aprecia el daño causado a lo largo del tiempo por el expolio de espeleotemas y el ennegrecimiento. 


Cueva Santa. Formaciones en la sala principal.


Estalactitas. 


Ruinas de la casa del santero y albergue de peregrinos. Abajo, pantano de Contreras. A la orilla del río, hoy anegada, estaba la antigua aldea de Fuencaliente, así llamada por un conocido manantial termal.


Senda de acceso a la cueva. 


Las Casas del Alahub (o Alabú, o Lalabú), precioso nombre árabe en cualquier caso, punto de referencia en el camino de acceso a la Cueva Santa. Hoy abandonadas, como tantos rentos por los contornos. Es caserío extremo de la provincia de Cuenca,  a un par de kilómetros del límite provincial con Valencia. 


Casas del Alahub.

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