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Castillo Añador

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Recorriendo los caminos y las soledades de la Mancha, el castillo y despoblado de Añador (o Anador, o Dañador) es un curioso lugar extremo de la provincia de Cuenca, poco conocido, en la ribera izquierda del río Cigüela, término de Villamayor de Santiago, a poca distancia ya del límite provincial y del municipio toledano de Villanueva de Alcardete. Pese a su pequeñez, era lugar estratégico en el cruce del río y en el paso de ganados de la villa de Uclés y aledaños hacia el  valle de Alcudia. En el lugar, circundado de perspectivas infinitas, hubo castillo, población, pozo, puente, dehesa y molino, todo con el mismo apellido, de Añador. La fortaleza ocupa un pequeño alcor de apenas una veintena de metros de altura y perímetro casi circular, desgajado del extremo suroeste de una larga meseta arcillosa a la ribera del río, que aquí se encajona a ambas márgenes. La población estuvo a sus pies, en los campos de cultivo hacia el sur, protegida del norte por la meseta y la


Folleto del Patronato Nacional de Turismo. II República.

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Dentro del curioso capítulo de la publicidad turística de Cuenca desde una perspectiva histórica, y que comienza ya a finales del siglo XIX, una de las publicaciones más conocidas en los años anteriores a la Guerra Civil es la serie del Patronato Nacional de Turismo. Brevemente, el Patronato fue fundado el 25 de abril de 1928, durante la dictadura de Primo de Rivera y los estertores del régimen de la Restauración. Nacía como directo heredero de la Comisión Nacional de Turismo, fundada en 1905 por el conspicuo conde de Romanones (entonces ministro de Fomento) y reconvertida en Comisión Regia de Turismo en 1911. La finalidad era la promoción de España como destino turístico a nivel internacional, y el fomento del turismo interior, en un momento en que una reducida y precaria clase media española comenzaba a viajar. Nació el Patronato con la grandilocuencia y las fanfarrias habituales en la época, aunque con no sobrados medios en un contexto económico ya complicado


Consuegra

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Consuegra es un destino turístico al que desde Cuenca vamos poco. No es únicamente por la distancia, que ya es muy respetable, sino también porque en esta deslavazada comunidad autónoma, el turismo participa de la tónica general y adolece de una desvertebración evidente. Poner el centro de gravedad de la promoción turística regional desde hace muchos años en un manido tópico cervantino (por muy universal que sea), tampoco ayuda mucho, pese a que pueda parecer lo contrario. I ncluso las pocas veces al año que desde Cuenca llevamos grupos a Ciudad Real o Almagro, es raro que la ruta toque Consuegra, que está un tanto apartada y supone unos kilómetros más a una ruta ya muy cargada. Es una lástima, porque es un destino que funciona y que supone un alto grado de satisfacción a nuestros distinguidos clientes. De entrada, escenográfico no lo puede ser más, con la estampa de los doce molinos sobre el Cerro Calderico, manchega donde las haya, con su hilera de cuerpos blancos truncada