Folleto del Patronato Nacional de Turismo. II República.




Dentro del curioso capítulo de la publicidad turística de Cuenca desde una perspectiva histórica, y que comienza ya a finales del siglo XIX, una de las publicaciones más conocidas en los años anteriores a la Guerra Civil es la serie del Patronato Nacional de Turismo.

Brevemente, el Patronato fue fundado el 25 de abril de 1928, durante la dictadura de Primo de Rivera y los estertores del régimen de la Restauración. Nacía como directo heredero de la Comisión Nacional deTurismo, fundada en 1905 por el conspicuo conde de Romanones (entonces ministro de Fomento) y reconvertida en Comisión Regia de Turismo en 1911. La finalidad era la promoción de España como destino turístico a nivel internacional, y el fomento del turismo interior, en un momento en que una reducida y precaria clase media española comenzaba a viajar.

Nació el Patronato con la grandilocuencia y las fanfarrias habituales en la época, aunque con no sobrados medios en un contexto económico ya complicado. Tuvo algunos logros, como el fondo fotográfico del Catálogo Monumental de España, la creación de la Red de Paradores de Turismo y el lanzamiento de un eslogan que sobreviviría a regímenes políticos: “Spain is different”. El resto fueron penumbras y sombras que jalonaron la prensa de la época, en un sistema político corrompido hasta los tuétanos. No es de extrañar que la recién nacida II República decretase su extinción poco después de su proclamación en abril de 1931, aunque como al fin y al cabo el turismo había que promoverlo, el Patronato fue resucitado en diciembre de ese mismo año. A la postre el único cambio perceptible fue el del logotipo, ahora orlado de airosa corona mural. El resto, infraestructura y personal, siguió siendo el mismo, con lo que automáticamente se recayó en todos los vicios pretéritos de la administración española, desde nepotismo a corruptelas clientelares, que la República en su ingenuidad había querido cortar de raíz. La inestabilidad creciente del régimen republicano unida a problemas económicos galopantes hizo que el Patronato languideciese hasta su extinción efectiva durante la Guerra Civil. El Franquismo resucitaría el ente, ahora como Dirección General de Turismo, con bastante más éxito (todo hay que reconocerlo) que su extinto predecesor.

Una de las actividades del Patronato fue la publicación masiva de una serie de libretos grapados de pequeño formato (12 x 17 cms), a 8 planas por lo general, en papel endeble, de cada ciudad española y su entorno. De todas las tiradas se encargó, a nivel nacional, la reputada imprenta Huecograbado Arte, de Bilbao, durante más de medio siglo autora de alguna de las mejores publicaciones de arte y turismo del país, merced a su pionera tecnología y a (se decía) adecuados contactos en las altas esferas.

Los contenidos fueron muy cuidados, sobre todo en lo referente a la fotografía, a cargo de una serie de magníficos profesionales. En el caso de Cuenca, las imágenes corrieron a cargo de Luis Lladó, por entonces fotógrafo oficial de la Escuela Superior de Arquitectura de la Villa y Corte, luego propagandista del Madrid de las trincheras y finalmente exiliado en México al terminar la contienda civil. El mismo Lladó se encargaría de otras ciudades además de Cuenca, caso de Albacete, Álava o la propia Madrid.

Los textos fueron más irregulares, y en algún caso se aprovechó quizás trabajo encargado tiempo atrás y no actualizado como se debiera. Los libretos incluían un esquemático plano de la ciudad, información sobre distancias y hoteles (en el caso de Cuenca la lista es escueta: únicamente dos). La distribución era gratuita. En Cuenca se suministraban en la pequeña oficina que el Patronato tenía en la calle Cervantes, nº 4, seguramente en el local que hoy ocupa una panadería.

Las ediciones se fueron sucediendo en los años siguientes, sin apenas cambios de texto ni de imágenes. La reimpresión era rutinaria, con lo que los contenidos siguieron sin actualizarse dando pie, en el caso de Cuenca, a circunstancias curiosas, como que en el ínterin hubiese sido demolida alguna que otra iglesia del Conjunto Histórico que siguió apareciendo en la publicación, para pasmo de propios y ajenos. La instauración de la República y la resurrección del Patronato hizo que se acometiese una nueva edición a toda prisa (muy finales de 1931 o los primeros meses de 1932) que es la que se incorpora aquí. Por razones obvias hoy en día es la más difícil de encontrar, ya que la portada es explícita y no convenía airearla mucho por ahí en las décadas que siguieron.

Eso sí, ni una palabra a tantas y tantas iglesias barrocas y otros monumentos de la ciudad, continuando una nefasta línea de pensamiento (estupendamente descrita por el profesor Pedro M. Ibáñez) que consagró a Cuenca como una ciudad espectacular en la topografía, pero carente de tejido monumental salvo Catedral y poca cosa más. Una ventaja al menos sí que tiene: utilizando texto anterior a 1928, para nada salen y figuran las puñeteras Casas Colgadas, fetiche turístico, icono bobo y selfie simplón de la ciudad del cáliz y la estrella. Ahora ya al menos apreciamos nuestras iglesias barrocas y resto del patrimonio local (que sea turístico es harina de otro costal). Nos falta concienciarnos de otras cosas, como que tenemos una arquitectura popular maravillosa, de las más singulares de Europa, que vejamos y derribamos cada día con el mayor desparpajo. Todo a su tiempo, sed tempus fugit.












Cuenca 1931. Sin las Casas Colgadas, qué singular. La iglesia de San Martín (vendida por el Obispado a un particular en 1922) estaba en avanzado proceso de demolición para venta de sus materiales. Es curioso que cite San Andrés, aunque el espacio interior antes de la Guerra Civil debía ser muy distinto a como lo vemos ahora. San Esteban ya no es la vieja parroquia intramuros, sino la antigua capilla del Convento de Franciscanos en La Glorieta, que ya se ha convertido en los Jardines de la Diputación. Otros edificios monumentales aparecen en el plano, sin detallar.

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