El Cañón del Río de Arcos




El Cañón del Río de Arcos, o Barranco de las Torcas, es uno de los descensos más estéticos y espectaculares del Sistema Ibérico, y un lugar ciertamente mágico, de los que no se olvidan y a los que de tanto en tanto no importa volver, aunque esté tan apartado y aislado.

El Río de Arcos es un bravío curso de agua, uno de esos afluentes salvajes del Turia en su curso medio. En su caso, lo de salvaje va en negrita, subrayado y con mayúsculas. De caudal permanente y crecidas espeluznantes, nace en las laderas meridionales de la Sierra de Javalambre, a unos 1.420 metros de altura, aunque recibe vertientes estacionales que descienden de las cumbres, a casi 2.000 metros de elevación. Esta amplia cuenca de captación a gran altura explica un acusado régimen nival de caudal. Su primer tramo -poco más de 6 kilómetros- corre en dirección sur, perdiendo cota rápidamente entre un curioso paisaje de montaña. Tras alcanzar la localidad turolense de Arcos de las Salinas (de la que toma el nombre) gira bruscamente en dirección oeste, orientación que ya mantendrá hasta su desembocadura en el Turia, en tierras conquenses, a la salida del valle de Orchova y término de Santa Cruz de Moya.

Aguas abajo del pueblo de Arcos, el río discurre junto a las antaño famosas Salinas, que fueron las más importantes del Reino de Aragón y una de las causas de la formación del Rincón de Ademuz, en los años de 1270-73. Aquí recibe importantes aportes de manantiales salados, que brotan en terrenos salinos del Keuper. Estos manaderos confieren al río el característico color blanquecino y turbio que tendrá en el resto de su recorrido. En épocas de estiaje de los aportes superiores pueden llegar a salinizar el agua.

Tras las Salinas, el río de Arcos se estrella rápidamente contra los estratos calizos y labra su cañón, en dos tramos, superior e inferior, separados por la carretera entre Losilla de Aras y la Puebla de San Miguel. Siendo impresionantes ambos, el realmente espectacular es el inferior, con un tramo central de casi 1500 metros de corte de cuchillo, de cerrada total, sin escapes, profundo y oscuro, pulido, con tramos que apenas superan el metro de anchura, con juegos irreales de luces y sombras en el estruendo de la corriente, en un ambiente fenomenal, digno de los mejores cañones pirenaicos.

El cañón carece de dificultades serias. En kilómetro y medio de recorrido apenas pierde 60 metros de desnivel. De hecho, si el caudal es escaso se lo puede descender y luego volver a remontar sin muchos problemas. Todo lo cual no significa que se pueda realizar sin el debido material, una mínima preparación y una buena forma física. Aparte de tres pequeños escarpes su interés deportivo es escaso, aunque aquí no se viene a exhibir la técnica, sino a la pura contemplación. Además, tiene tramos de rápidos y toboganes que con un poco de caudal son divertidos. Sin embargo, es necesario ponderar este caudal, porque en exceso o en caso de crecida las cosas pueden complicarse rápidamente. Ayer el río de Arcos iba muy, pero que muy alegre de agua, como no podía ser menos con la primavera que hemos tenido.

Si el lugar ya de por sí es de difícil acceso, desde hace un par de años lo es todavía más, por las obras de la carretera CV-363 entre Aras y la Puebla de San Miguel, demoradas por el trágico accidente de hace un año. Así que dejamos los coches aguas abajo, en el mojón trifinio de Peñablanca, y echamos a andar barranco arriba. Remontar el cañón con tanto caudal fue un buen catálogo de risas y trompicones, pero la bajada, a toda pastilla por los toboganes, fue de las que te dejan suave. Y si además de empaparte de belleza al día siguiente aún te duele la caja torácica, no se sabe bien si de los porrazos, o de tanto reír, o de ambas cosas, pues se roza la más genuina felicidad.


  


Mojón trifinio de Peñablanca, donde confluyen las provincias de Cuenca, Valencia y Teruel. Al fondo, la mole de Peñarrubia, con sus gigantescas paredes, asomada sobre el río de Arcos.


Perspectiva desde el Mojón hacia el norte. Más o menos la mitad izquierda de la imagen es provincia de Cuenca, el resto Teruel. Aguas abajo comienza uno de los valles más hermosos y desconocidos de la Serranía de Cuenca, el de Orchova.


  


  


El Río de Arcos, siempre de fuerte corriente. En esta ocasión, al llevar tanto caudal, el agua estaba más clara de lo habitual, aunque nunca pierde la turbiedad. Puede llegar a ser bastante más blanquecina. En los remansos acumula sedimentos salinos que de ser removidos enfangan el agua rápidamente. 


Bajo la Peñarrubia.


Un primer estrecho, bajo Peñarrubia. No muy cerrado.


250 metros de pared vertical. Una buena ratonera...


  


Salida del cañón, aguas abajo. Vamos a remontar y luego a descender.


   


   


   


   


   


    


   


    


    


   


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


El tercer resalte. Este es el más complicado de los tres. 


  


   


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


  


Bajo el primer resalte, un pequeño descanso. Toca guardar los trastos para el descenso, que va a ser mucho más rápido que la remontada. 

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