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Mostrando entradas de 2014


Uterviejo

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  Ayer por la tarde nos fuimos de ruta por las alcarrias de Huete, aprovechando la bendita temporada baja que nos deja algún que otro domingo libre. Después de dar unos cuantos tumbos caímos por la antigua iglesia románica de Caracena. Aún quedaba luz, de diáfana tarde decembrina, y por eso de la asociación de ideas acabamos en el cercano despoblado de Uterviejo, por el que hace años que no parábamos. Allí sigue su media iglesia románica, como siempre, como cortada a cuchillo  por la mitad, con sus muros torcidos y desmochados en el medio de ninguna parte, soportando incuria y olvido cada vez más en precario; y allí siguen sus Cuevecillas de los Moros, talladas en la ladera desde tiempo inmemorial. No es que Uterviejo sea gran cosa desde el punto de vista del atractivo turístico o del atractivo a secas, pero es un curioso lugar, y es simbólico, quizás demasiado simbólico en estos tiempos en los que hemos dejado de hablar de desarrollo rural para empezar a hablar de despo


Las iglesias cormanas (I): Saint Michel en Thiérache y Saint Yved de Braine.

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Empezamos nueva ronda de contenidos, en torno al Opus Francigenum , la "obra francesa", y en concreto al gótico primitivo de la Isla de Francia y de Picardía, del cual tengo un precioso ejemplo a 250 metros de donde escribo ahora, en la Plaza Mayor de Cuenca. No tiene nuestra Catedral demasiados parientes cercanos en toda Europa, porque el Gothique Primitif se extendió poco, y porque alguno de aquellos edificios luego fue rehecho o ha desaparecido. Otro día hablaremos de sus  hermanas mayores, las catedrales de Laon, Soissons o Sens. Hoy toca hablar de sus dos mellizas galas, que no son catedrales, sino dos iglesias abaciales en Picardía: Saint Michel en Thiérache y Saint Yved de Braine, la primera benedictina, la segunda mostense. Porque la Catedral de Cuenca fue trazada con planta de iglesia monástica, que no catedralicia, en la tradición de los templos abaciales del noreste francés. Ambas abadías han tenido una historia dramática de asaltos, saqueos, incen


Bosque de piedra en Buendía...

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Hace unos días, en mitad de la vorágine de esta caótica temporada alta que me hace casi abandonar estos foros, acabamos de nuevo con un grupo en las Caras de Buendía. Vaya por delante que estoy encantado con el pintoresco auge de las Caras y demás fetiches turísticos recientes, máxime cuando generan flujos de visitantes a localidades que antes apenas los tenían, en nuestro depauperado medio rural conquense. Lo que no me deja de resultar llamativo es que, impelidos por el  moderno tópico, los grupos pasen de largo ante otros atractivos turísticos de más enjundia sin querer, salvo rara ocasión, dedicarles ni un minuto. Buendía es un ejemplo de esto: pueblo con un buen patrimonio histórico y artístico, bonitos rincones y oferta cultural. Y dentro del catálogo local de monumentos y lugares, la iglesia de la Asunción es la joya: gigantesca iglesia-salón del siglo XVI, la más grande de las que se terminaron en la provincia de Cuenca. Columnaria de ocho fustes, sala diáfana de más d


El Indicador para Turistas de 1930

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He aquí un folleto turístico cuando todavía no recibían ese nombre. Allá por 1930 ya se habían publicado dos guías de turismo muy serias: la del Museo Municipal de Arte de 1923, y la Guía Larrañaga de 1929. Además habían visto la luz un buen número de opúsculos con mayor o menor enjundia y fortuna en el por entonces ignoto arte de orientar e ilustrar a los muy escasos turistas que se dejaban caer por la impertérrita ciudad de Cuenca. Éste que nos ocupa hoy es obra menor, no  hay duda, pero pintoresca. El pequeño plano que adjunta, además de ser de los muy primeros planos turísticos de Cuenca, es una colección de singularidades. Todavía se dibujan las dos manzanas de casas en el barrio del Alcázar (aunque ya estaban arruinadas) y la larga fila de viviendas entre Zapaterías y Alfonso VIII, que no le iba a la zaga. Una calle de Colón con los cerrillos de los Moralejos a sus espaldas. Unos barrios de San Antón y Tiradores apenas esbozados, a la espera de recibir el éxodo rural de


La Ermita de la Virgen del Pilar de Altarejos

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Después de Tejeda la Vieja y de la Cueva Santa de Mira, que ya abordamos hace unos días, ésta es la tercera y última entrega del ciclo de santuarios rupestres marianos en la Serranía de Cuenca. Con diferencias obvias entre los tres: en Tejeda, la Virgen fue sacada de su cueva y llevada al Convento Viejo (y hoy al Nuevo, en Garaballa). En la Cueva Santa el culto continuó siendo completamente cavernario. Altarejos supone el punto intermedio: la vieja cueva fue ampliada y  convertida en una peculiar iglesia barroca, soterrada y vaciada en la roca arenisca, absolutamente capadocia. El espacio que faltaba después de ahuecar la peña fue añadido con un cuerpo de obra construido al exterior. La obra se llevó a cabo a principios del siglo XVIII, bajo el patrocinio del undécimo marqués de Moya y octavo duque de Escalona, don Juan Manuel Fernández López Pacheco (1648-1725). Es tradición que en el vaciado de la peña intervinieron canteros vascongados, que también levantaron la casa del