El Indicador para Turistas de 1930




He aquí un folleto turístico cuando todavía no recibían ese nombre. Allá por 1930 ya se habían publicado dos guías de turismo muy serias: la del Museo Municipal de Arte de 1923, y la Guía Larrañaga de 1929. Además habían visto la luz un buen número de opúsculos con mayor o menor enjundia y fortuna en el por entonces ignoto arte de orientar e ilustrar a los muy escasos turistas que se dejaban caer por la impertérrita ciudad de Cuenca.

Éste que nos ocupa hoy es obra menor, no hay duda, pero pintoresca. El pequeño plano que adjunta, además de ser de los muy primeros planos turísticos de Cuenca, es una colección de singularidades. Todavía se dibujan las dos manzanas de casas en el barrio del Alcázar (aunque ya estaban arruinadas) y la larga fila de viviendas entre Zapaterías y Alfonso VIII, que no le iba a la zaga. Una calle de Colón con los cerrillos de los Moralejos a sus espaldas. Unos barrios de San Antón y Tiradores apenas esbozados, a la espera de recibir el éxodo rural de décadas después. La Diputación sin nada más a las espaldas que las manzanas de casas que ya envolvían el Campo de San Francisco desde el siglo XVI, con el Cerro Molina completamente sin urbanizar. Cuatro Caminos límite de ciudad y sin definir, confusa aglomeración de carreteras y caminos en el extremo de una ciudad moderna que todavía pugnaba por ser más que el viejo arrabal de la Carretería. En pleno centro el flamante Parque de San Julián y los edificios públicos que acaban de engullir buena parte de las huertas de la Albufera: El Casino (nº 12) y el Banco de España (nº 13). De otros nos dan noticia nuestros abuelos, pero la ubicación nos resulta peregrina: el Gobierno Civil (nº 2, en la salida de Valencia), la Casa de Socorro (nº 4, junto a las Escalerillas de Gallo), Teléfonos (nº5), Correos (nº 6)... 

Luego están las joyas de la hostelería local: el Gran Hotel Moya (nº 8, en Carretería) y el Hotel Iberia (nº 7, en la esquina de Gil de Albornoz, donde todavía sigue su edificio). También el Camino de los Hocinos, todavía así nombrado, porque en las Hoces de Cuenca una cosa eran huertas (en el fondo de las gargantas) y otra cosa hocinos (bancales colgados en las laderas), aunque ahora llamemos hocinos a cualquier labor agrícola y a la casa por extensión, aunque en propiedad el hocino es el estricto minifundio colgado de las Hoces de Cuenca. Y por último el "Conjunto Monumental de Cuenca" que se limita a Catedral, Puente de San Pablo y Casas Colgadas, por entonces recién finalizada la polémica restauración del arquitecto Alcántara y ya comenzadas a lanzar a un estrellato sorprendente e inmerecido. No hay más monumentos en la Cuenca de 1930, la misma ciudad petulante y pueblerina que seguía tirando iglesias, palacios y casas populares con siglos de antigüedad. Lo singular es que en la Cuenca de 2014 no hayamos avanzado demasiado, ni en lo de promover, ni en lo de no tirar.




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